*Volante con información sobre alquileres asequibles en Princeton / Imagen de Affordable Homes New Jersey*
En cualquier pueblo, los boletines y postes telefónicos cuentan la historia de la comunidad. Día tras día, los vecinos siguen agregando carteles y panfletos, creando una especie de colección dinámica. ¡Desfile del 4 de julio este sábado! ¿Buscas a alguien para sacar al perro a pasear? Descuento de 20% en tu primera visita a nuestro café.
Muchas veces, estas hojitas pueden parecer triviales, pero hay distintos momentos en que tienen un impacto transformador. Este fue el caso para Lilian Chipix, una inmigrante guatemalteca que actualmente sirve como directora asociada del desarrollo juvenil y participación comunitaria en el YMCA de Princeton, Nueva Jersey:
“Un día iba, pues, caminando y había un volante pegado. Creo que era para mí porque decía ‘Tenemos un apartamento disponible para una familia necesitada’. Yo llamé, hice lo que tenía que hacer y todo, y pues, todo funcionó muy bien porque sí califiqué para el apartamento”.
Durante este tiempo, Lilian y su familia estaban “prácticamente en la calle,” una situación que es sintomática del alto precio de la vivienda en Princeton. En aquel momento, ella ya tenía tres trabajos. Entonces, es fácil entender por qué aquel volante de Housing Initiatives of Princeton (HIP) y el apoyo que recibió para conseguir un apartamento asequible realmente hizo “un gran cambio” en las vidas de Lilian y su familia.
¿Por qué es tan importante la vivienda, especialmente dentro de la comunidad latina en los Estados Unidos?
A nivel cultural, la imagen de ser dueño de una casita con cerca blanca forma la base del sueño americano que imaginan muchos inmigrantes al mudarse a este país. Pero, desde un punto de vista más práctica, la vivienda también influye en casi todos aspectos de la vida, desde la seguridad física hasta la habilidad de ser asignado a una escuela con suficientes recursos para facilitar la movilidad social. De hecho, un análisis de encuestas nacionales realizados por Unidos US y el National Low Housing Coalition muestra que, en 2024, uno de cada cuatro latinos indicó que la falta de viviendas asequibles y el alto precio de alquileres están entre sus tres prioridades políticas.
Durante la última década, la tasa de latinos que son propietarios ha aumentado de 45% en 2013 a 51% en 2023. No obstante, una brecha llamativa persiste, lo cual vuelve evidente cuando uno se considera que el 72% de residentes blancos no latinos se identifican como propietarios. La situación en Nueva Jersey—donde sólo 40,1% de latinos son dueños de sus viviendas, comparado con 77% familias blancas no latinos—es aún más alarmante.
Al llegar a los Estados Unidos, los inmigrantes latinos suelen vivir en grupos, tal vez compartiendo un espacio con parientes o alquilando un cuarto dentro de una casa. Aunque esta tendencia a veces es reducida a una expresión cultural, la verdad es que tiene mucho más que ver con circunstancias económicas. La convivencia tiene distintas ventajas como cuidado para los niños, facilidad de conseguimiento sin papeles y un coste más manejable dada la incertidumbre asociada con los trabajos jornaleros y el robo salarial.
Al mismo tiempo que esta configuración ofrece una estrategia de sobrevivencia para muchos latinos, el ruido y la basura asociada con estas casas compartidas ha contribuido a una atmósfera tensa entre los inmigrantes y sus vecinos en Princeton. Como comentó Walter Luján en 1997 para una entrevista del libro Princeton Latinoamericano, estos conflictos surgen en espacios cívicos y políticos como reuniones de la municipalidad. A parte de los precios, la narrativa de Luján sigue siendo válido en el día de hoy.
“Estaban atacando a los latinos, que teníamos que mudarnos de Princeton. Entonces pedí la palabra, dije que solos no podemos pagar una casa que vale 1,500 dólares donde puedan vivir 5 personas—que es muy difícil encontrar en Princeton”, recordó Luján. “Para ustedes es muy penoso y muy incomodo ver el problema [de viviendas]. Uds. están viendo el problema, pero para nosotros es mucho más difícil porque nosotros estamos viviendo el problema. Uds. creen que no me da pena, que no me frustra […] que tenemos que hacer un listado para ir al baño, para ver quien va a cocinar, quien va a comer primero?” él continuó.
*400 Witherspoon, el complejo municipal de Princeton / Imagen de Walkable Princeton*
Para los latinos que sí buscan vivir independientemente—es decir, con la familia nuclear—la discriminación presenta otro conjunto de obstáculos. A pesar de las protecciones federales establecidas por la Ley de Vivienda Justa de 1968, los hallazgos de un estudio realizado por National Council of La Raza muestran que los latinos desproporcionadamente son víctimas del tratamiento desigual. Estas injusticias pueden tomar lugar en interacciones personales como experiencias negativas con agentes inmobilarios y los préstamos predatorios hasta políticas a gran escala (que han sido anuladas por la Corte Suprema nacional) requiriendo la muestra de documentos de ciudadanía para conseguir una vivienda.
Como la hermana de Chipix también se estableció en Princeton hace unos años, Chipix expresó que ha podido observar la importancia del estatus de documentación con relación al conseguimiento de la vivienda.
“Yo veo de que ella sí pues ha tenido experiencias uno poquito más difíciles porque ella, pues no se como explicarles. Pero ella no tiene la oportunidad de ser como documentada aquí. Y por lo mismo, ella no tiene acceso a aplicar para un lugar seguro para vivir. Así que le piden demasiados papeles que ella no tiene. Y pues, en ese sentido, ella sí más de alguna vez me ha comunicado ‘Creo que me voy a ir de Princeton. Voy a ir a otro lado porque aquí es demasiado lo que me piden'”.
Este fenómeno ha sido identificado por otros canales de noticias locales también. Por ejemplo, en un artículo publicado por Community News en 2017, la periodista Lara Norgaard compartió la historia de Susana, una inmigrante indocumentada mexicana. Ella y su pareja gastaron $140 para una evaluación de crédito, sólo para que los dueños de un apartamento en Princeton les dijeron que necesitaron un pasaporte estadounidense para completar la transacción.
Incluso después de encontrar una vivienda, los tipos de discriminación que enfrentan los inmigrantes latinos son bastante difíciles de combatir, dice Jorge Narváez, un ex-agente de policía en Princeton que inmigró desde Nicaragua. Narváez pasó un rato en Princeton Community Village, un complejo subsidiado por el gobierno federal, entonces es bien consciente de la importancia de la vivienda.
“En cuanto a los alquileres, para nosotros es difícil porque eso sí, no es criminal. Eso sería un caso civil que tiene que ventilarse a través de—La persona tiene que ir a corte. […] La mayoría del problema es que no hay un contrato firmado. Y esta gente, los que rentan, los dueños, ellos saben. A uno le conviene […] porque una vez que tiene por escrito, tú vas a corte, él no puede negar que arrendó el lugar a la persona. Entonces, la policía no se puede involucrar porque es un caso civil, no es criminal”.
Más allá de la discriminación, el asunto de la vivienda en Princeton es marcado por un debate enraizado sobre el equilibrio entre el crecimiento urbano y la preservación histórica.
“Uds. nos están echando la culpa de todo lo malo porque no quieren que construyan más en Princeton. También porque no quieren cambiar la arquitectura, sino seguir preservando”, notó Luján en la misma entrevista para Princeton Latinoamericano.
Esta tensión se ve claramente en el barrio protegido de Witherspoon-Jacksoon, una comunidad históricamente afroamericana y más recientemente latina también.
*Un mapa del barrio histórico Witherspoon-Jackson / Imagen de Witherspoon-Jackson Historical and Cultural Society*
Claudia Orostizaga, una coordinadora de cuidado de niños de familias de bajos recursos, nació en Chile pero ha pasado la mayoría de su vida en Princeton o en pueblos cercos. Por medio de conversaciones con vecinos y con los padres que recogen sus hijos de la guardería, ella es consciente del impacto de la construcción de nuevas viviendas.
“Yo creo que lo que puede decir cualquier persona, es como que hay muchos más departamentos, muchos más like infrastructures being built. Se siente un poco más poblada la ciudad. […] Yo diría que eso es como uno de los cambios más grandes. Han creado muchos departamentos, muchos edificios, pero sin la intención de mantener las comunidades que tienen aquí. Más como que ‘Gente, venga! Ven a vivir aqui!’ pero sin la conciencia de las comunidades que ya están aquí” .
Sin embargo, estos nuevos proyectos de construcción han creado oportunidades transformadoras para algunas familias. De acuerdo con la doctrina Mount Laurel establecida por la Corte Suprema estatal, cada municipalidad en Nueva Jersey tiene una obligación constitucional de proveer cierto número de unidades asequibles. Para Angélica García, este requisito la ayudó a conseguir una vivienda nueva en Avalon—un departamento ubicado en la calle Witherspoon—durante un tiempo de necesidad, ya que estaba embarazada con su tercer hijo.
“Señora Liliana Arroyo, este, como ella está encargada de eso de ayudar a la escuelas pública, dio como las hojas que aplicáramos para esa casa. Porque Avalon, departamento de Avalon, ellos tenían que darle un porcentaje a la comunidad de Princeton para vivir los, no sé como se les dice, los que están como nosotros que no teníamos donde vivir. Porque vivíamos anteriormente sobre la John. Solo era mi pareja y yo y el niño y la niña. Vivíamos como en un cuarto. Solo teníamos para nosotros nos cuatro. Y teníamos baño, compartía cocina con la persona que me arrentaba”.
Para muchos miembros de la comunidad latina en Princeton, la preocupación con la vivienda no solamente tiene que ver con el conseguimiento, sino con el mantenimiento también.
“Este, son muchos los que están viviendo sobre la John Street y la Witherspoon. Ahorita hay algo que preocupa mucho a los vecinos. Hay una señora que se llama Cheryl, también ella es de España. Con Liliana Arroyo, Verónica Olivares, se reúnen y tienen abogados que no están cobrando para ayudar a muchos que viven en la Witherspoon y van a ser afectados por la nueva construcción. Y, el señor que es dueño ahora de esas casas que él compró para construir nuevo, porque dice que va hacer locales abajo para que él rente para que pueda vender. Va ser para que vendan cosas y arriba va ser para que renten. Entonces, hay varios vecinos que están muy preocupados porque no tienen, este, un hogar o a dónde van a irse.”
La construcción a que se refiere García es parte de un plan propuesto por Hillier Properties, aunque los dueños del proyecto todavía faltan el último permiso que necesitan para empezar con la renovación. En discursos públicos, el grupo Hillier ha prometido que los vecinos no tienen ninguna razón por preocuparse y que ellos mismos van a asegurar que los vecinos tienen un lugar para vivir. Por otro lado, los abogados de la empresa han sido reticentes a la hora de poner estas afirmaciones en escrito, lo cual es frustrante para líderes comunitarias como Arroyo y Olivares.
*Propuesta para el proyecto de Hillier Properties en la calle Witherspoon / Imagen de Studio Hillier*
Aún con estas quejas, ‘Princeton’ es sinónimo de ‘casa’ para un número creciente de latinos.
“Yo no creo que podría mudarme a otro lugar. Porque yo oigo de otros lugares, donde tal vez las cosas sean, tal vez más, no sé si más fáciles ¿verdad?, pero más accesibles. Pero yo siento que yo no me movería de Princeton. Si lo tendría que hacerlo, haría a obligada, pero yo no me movería de Princeton porque me gusta”.
A final de cuentas, Chipix describió la habilidad de estar en Princeton como “un gran privilegio estar”. Tanto por las barreras y las oportunidades que esta comunidad ofrece, parece que ella tiene razón.
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