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Las dos hermanas y la naranja

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Anónimo, cuento popular español 1

El cuento anónimo “Las dos hermanas y la naranja” nos narra la historia de un padre que no escucha a sus dos hijas y toma decisiones por ellas en lugar de prestar atención a sus deseos. Así, nos revela una dinámica de género que ha sido -y aún es- muy prevalente en las narrativas heteronormativas tradicionales: la invisibilidad y la falta de voz de la mujer. Ahora, lee el texto y haz click en el icono “Estructura” cuando termines.


El valeroso y hábil gobernador Ben Tahir poseía un castillo rodeado de jardines donde disfrutaba de grandes comodidades junto a sus dos hijas, que eran lo que más quería en este mundo. Desde que ambas nacieron, quiso educarlas con inteligencia y sensibilidad, y por eso dejó la educación de las niñas al cuidado del mayor sabio de su tiempo, Abu al Juda.

Las muchachitas crecían felices y despreocupadas. Cuando no estaban con su maestro, correteaban por el jardín bajo la mirada atenta de su orgulloso padre. Pero un día, algo sucedió. Las dos pequeñas estaban entretenidas bajo un naranjo cuando, de repente, surgió una pelea entre ellas ¡Parecían fieras! Empezaron a tirarse de los pelos y a insultarse la una a la otra como animales.

Ben Tahir no podía creer lo que estaba viendo. Se acercó a toda prisa y preguntó al maestro Abu Al Juda cuál era el motivo de la pelea.

—¿Qué les ocurre a mis queridas hijas Abu?— preguntó Ben Tahir.

— Es por una naranja, Gran Señor— le contestó.

— ¿Por una naranja?— dijo Ben Tahir.

— Así es, mi Señor. Desgraciadamente, el naranjo del patio sólo ha dado una esta temporada y las dos quieren quedársela

— ¡Divide inmediatamente la naranja en dos mitades, una para cada una, parece lo más justo y equilibrado!— continúo Ben Tahir.

– Pero, señor…

– ¡No se hable más! La mitad para cada una ¡Es lo más justo!

El maestro se alejó a paso acelerado y agarró la naranja. Desenvainó una pequeña espada y de un golpe seco, cortó la naranja con un corte limpio en dos mitades exactamente iguales.  Hecho esto, dio a cada niña su mitad.

El padre, a escasa distancia, observó la escena convencido de que el problema estaba arreglado, pero se extrañó cuando vio la reacción de sus hijas que, con los ojitos llenos de lágrimas, se sentaron tristes y en silencio sobre la hierba.

Ben Tahir llamó de nuevo al maestro.

– ¿Qué les sucede a mis hijas? ¡Ya tienen lo que querían!

– No, señor… Perdone que se lo diga, pero eso no es cierto. En realidad, su hija mayor quería comerse la pulpa pues, como sabe, adora la fruta. La pequeña, en cambio, sólo quería la piel para hacer un pastel, ya que es muy golosa y buena repostera. En realidad, dividirla a la mitad no fue una buena solución.

– ¿Cómo te atreves a decirme eso? Intenté hacer lo más justo ¡No soy adivino!

– Señor, la solución era sencilla: si les hubiera preguntado, ellas le habrían contado cuáles eran sus deseos.

  1. Adaptado de las siguientes fuentes: 1, 2 y 3

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